Sin duda, la desaparición de Michael Jackson ha sido tal vez la pérdida más sentida en lo que va del año. Aunque su carrera ha estado en declive, nadie podría negar que su talento y genio en la música Pop es incomparable. El título de Rey es un calificativo perfecto.
Su vida reafirmaría su genialidad por que fue demasiada singular. Su cambio de piel ha sido seguramente su mayor excentricidad y problablemente la quien le llevó a este triste final. Sus múltiples cirugías, decían, le estaban provocando deformaciones faciales que era necesario ocultar con una mascarilla y controlar ingestando abundante medicina.
Alguna vez nos habremos compadecido de sus problemas exclamando, "¡Pobre, Michael!" como si fuéramos, lejos de él, mejor privilegiados. Tal vez nos resulta difícil aceptar que los Reyes tengan una tragedia.
De todas formas, era mejor que así fuera su final, porque quien sabe si en vida, su metamorfosis le hubiese llevado a convertirse en uno de los personajes fantasmales y tétricos que aparecían bailando en el album musical más espectacular de la historia, Trhiller.
Ahora, Michael, ha pasado a la historia convertido en leyenda, blanca o negra, sin diferencia guardará nuestra memoria.
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