Recuerdo que finalizando los ochentas la revista Gente solía evaluar cada cierto a todos los ministros del, en ese entonces, primer gobierno aprista. En casi todas las calificaciones, la quien salía con nota excepcional era la Ministra de Educación, Meche Cabanillas. Parecía que no trabajaba mal. Sin embargo, ahora, su labor como Ministra del Interior no alcanzaría ni para un diez. Desde que decidió castigar a unas jóvenes policías que, en su entorno íntimo, realizaban ciertos juegos sensuales o eróticos, no auguraba mejor labor. Cuando sucedió el caso del Andahuaylazo en el gobierno de Toledo, fue la primera en levantar la voz pidiendo la cabeza del ministro del Interior tildándolo de ineficiente. Ahora, con lo que ha pasado en Bagüa, ¿qué, de ella? Por su propio honor, y como consecuencia de sus ideales, debería también renunciar.
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