sábado, 3 de abril de 2010

feliciano mejía

En el mes de febrero tuve el privilegio de participar en el encuentro nacional de narradores y poetas organizado por el grupo poético “Maldita Boa”. Pese a que la concurrencia no fue masiva (la cultura sigue siendo impopular), resultó siendo una experiencia agradable considerando que es la primera vez que participo en un evento de esa naturaleza. Además de conocer a escritores que comparten conmigo el anonimato en la poesía y la narración (me sorprendió y agradó a la vez reencontrarme con Víctor, un exalumno de Meza Saravia que anda metido en los vericuetos de la prosa) pude entablar confianza con Ruperto Ríos Valderrama, más conocido como Rupasho, un conocido escritor que ya luce varias publicaciones. Con los otros consagrados como Walter Pérez, Juan Sánchez Pacheco o Jorge Luis Salazar, no tuve la misma suerte.
Pero el invitado estelar de este evento sería Feliciano Mejía, un poeta surgido en el histórico grupo poético “Hora Zero” y que, según veo, ha paseado su verso por varios países de América y Europa. Su voz empalagosa y casi esclerótica, además de su mimetismo danzarín, se encargaron de crispar la atención de los concurrentes sellando perfectamente el recital. Resultó todo un personaje Feliciano Mejía que impresionó al propio alcalde Ulises Saldaña, presente en el acto.
Para que comprueben la calidad de su arte les dejo con uno de sus poemas que recitó y que pertenece a su libro “Marirís” que muy gentilmente se molestó en mandar a mi email, lo que demuestra que es además buena gente. Gracias Feliciano.



MARIRÍ DE GUERRA Y DE LUCIÉRNAGA


Graznan los Loros de Tocache
como perros embrutecidos
de baba y de estiércol.
Retumba la fronda con el eco de sus chillidos
de muerte;
pero los Shirimpuaz y Guacamayos
repletos de luz púrpura
ríen ante las blasfemias
de los Loros (muertos vivientes
de miedo) y prosiguen el camino.
Un Toco-Toco planea
como un Ronsoco ulcerado,
como una hiena en busca de carroña, de caminos,
de líneas de reposo, de espejos
de agua pura del descanso
y avituallamiento.
Ah, silbarimuy, tumarimuy yacu tapiocatapas.
Un Toco-Toco planea
retumbando su hélice de billetes
verdes;
mientras los dulces silbidos de los Paujiles dicen:
Chiwí, Chiwí, amados hermanos,
embósquense entre las lupunas
corónense las frentes con ramas de farinari,
beban las aguas nutrientes de coco y guarden la copra
bajo la luna verde, Chiwí;
presto, que vienen las Ratas
sudando sus grasas apestosas.
Un bochorno de Mosquitos de odio
se desgrana por la Internet
y las antenas parabólicas parecen
tetas de putas de puerto fluvial.
Los Loros Guamas como sidosos,
los Loros de Tocache se enlazan
cuando los Tapires del Asco
vadean el Huallaga con sus cargamentos:
¡Pepe – Indio – Pepe – zeta- ene – zeta – ene, terminando,
aquí Lobo Blanco – Lobo Blanco,
Playa sin Luna- repito, Playa sin Luna,
Viento a Babor, cambio!
Y vadean las aguas llenas de humus del Monzón.
¡Aquí, Ojo Bonito, repito, Ojo Bonito!.
¡Pepe – Indio – zeta –ene, nueva entrega, ¿me copian?
crucen-crucen,
rápido traqueteen los pollos, hijoeputas, carajo.
¡Aquí Sinchi – Mono – Sinchi - Mono, copiado, Toro Ronco.
Adicional, tomen nota:
Afinen los Fals, ya-ya,
Pasen los Pollos, pollitos, todo en calma.
Pollitos míos y del Gran Jefe.
Corto y cambio!
¡Aquí, Soro Uno, copiado, cierro!
Y el Toco-Toco verde hoja seca
negro petróleo
orín y blanco camuflageado
silba por sobre el techo del monte
y se va, deber cumplido;
silba en la noche de bochorno con sus luces de colores
y escarba en el aire
buscando a las Luciérnagas del Mañana,
y, ¡boom!, el Toco-Toco vomita
un misil aire-tierra
y el vientre de la selva de Uchiza estalla,
y las palmeras astilladas y los taperibáes estallan
y la tierra de May-Ushín salta como lluvia de caldera,
y las hermosas hormigas de Luz, los Pukakuros, saltan
en pedazos entre el olor de cordita.
¡Aquí, Torre Blanca, cambio!
Y rugen los Otorongos llenas las fauces de sangre
y se lanzan a los villorrios en busca de la carnicería
pero en Guayabal y en Venas de Sal,
en Dayacu, Shambillo y Puerto Azul,
en Singa, en Huipoca, Shanantía, Mebamañú,
en Yamito, Tarahuaca, Shiringal, La Frontera,
en Tahuapo, Neshuya,
en Sheshea,
en Ucumba, Panaillo, Shambo, Ubanaya,
en Huitococha, Juantía, Capotillo, Tunilla,
en Paraya, Yurac, Irazala y Curimaná,
las bestias sólo encuentran sombra amarga y hórrido desprecio.
Por los caminos ocultos de techos de hojas frescas
y ecos dulces, van las columnas de Pirirangas
con sus antorchas coloradas,
rodeados de las dulces pieles de los Cholones
y de los cantos silenciosos de los Hibitos con rayadas mejillas de achiote,
serenos, de brillantes y negros ojos pensativos,
que sonríen sin mostrar los dientes
acariciando las puntas de sus flechas de pona.
Columnas enteras de Pirirangas con ZBtreintas.
Así, ahora, de nada sirve la rabia obscena de los Toco-Tocos de muerte,
enfermos; y de nada sirve que arrasen la sagrada tierra en la floresta.
Ayaé: Toé, ilumíname.
Toé, abre mis venas.
Ah, cantarimuy, silbarimuy.
Toé, agarra mi nervio y plántalo
en el centro del mundo.
Pidirimuy.
Toé, hermano oscuro, la luna arde y el sol mastica.
Ey, Toé, ya no tengo ganas de llorar,
gritarimuy, jaylla, bailarimuy, ñuqanchik.
El retumbar del volcán prosigue,
y la lluvia nueva prosigue,
y los combates entre la sombra
y el gran amanecer prosiguen,
inexorable, en las puertas de la historia.
¡Cantarimuy, jajayllas, yau!

Shunte, 6 de octubre – Tocache 7 de octubre de 2005.

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